No es sino un paso que damos por la vida venimos de la nada y vamos al olvido, así es esta historia; dice doña María Luisa Benavides: Lorenzo de Aldana comisionado por Sebastián de Belalcázar, fundo hacia junio de 1540, la Villa de San Juan de los Pastos. Inga Pampa se llamaba aquel lugar que los castellanos bautizaron con el nombre de Valle de Atriz por su gran esplendor, y luminosidad, su cielo azul de luces y estrellas, y su paisaje de ensueño. Poco a poco ha ido cambiando este lugar construido por las manos de todos sus habitantes, ahora esa Villa es llamada San Juan de Pasto, “La Ciudad sorpresa”.

Ha pasado el tiempo y este ha ido dejando su huella, ya nada es igual ni siquiera aquella plaza, “La Plaza de Nariño” al principio rodeada de árboles, pequeñas zonas verdes, casas con balcones grandes y una arquitectura muy rustica; bancas, carros, llena de personas unas sentadas otras simplemente transitaban. Y algo muy trascendental la imagen altiva y respetuosa de Antonio Nariño.

Ahora sigue la estatua y el mismo cielo pero no la misma gente ha cambiado su vida y el tiempo, ahora ni siquiera existe esa hermosa casa esquinera cerca de la iglesia de San Juan, aquel Banco concurrido por mucha gente, ocupaba gran parte de la cuadra; ahora es un simple casino, o por ejemplo donde quedaron los arboles que rodeaban este lugar, simplemente ya no están y fueron remplazados por lámparas.

El color de los sueños cada vez se aleja más de la realidad. No se puede decir que todo tiempo pasado fue mejor pero a veces si se dejan atrás cosas que fueron hermosas en este caso se dio paso a la cimentación de grandes edificios y construcciones mal hechas como el casino que rodea la plaza actual, aunque nunca volverá a ser el mismo panorama este lugar siempre servirá para ser punto de encuentro de los viejos amigos.